La Educación Elemental

 

Sin lugar a dudas, la educación elemental sufrió los avatares propios de un período carga do de conflictos políticos, como es la época a la que nos referimos en esta etapa.

Los diferentes gobernadores fueron creando escuelas, de acuerdo a los escasos recursos económicos que contaban, en diferentes lugares de la provincia. Por otra parte, tratarán de sistematizar el sistema educativo existente a partir de la reglamentación de escuelas de la provincia, que emprenden algunas gestiones de gobierno.

Hacia 1822, el Cabildo dispuso crear una Sociedad “que con el título de protectora de la enseñanza mutua por Lancaster”, para que se encargara de de establecer las escuelas que tendrían a su cargo la enseñanza de la juventud. La Sociedad comenzó a funcionar con 15 miembros elegidos por el Cabildo, los que se duplicaron y al año siguiente su número ya era de 60 integrantes. Al poco tiempo, el Cabildo anunciaba que la Sociedad ya contaba con más de 100 miembros, entre argentinos y extranjeros.

Al poco tiempo se produjo un problema de jurisdicción de ambas instituciones ya que la Sociedad dejó de rendir cuentas al Cabildo y se dirigía solamente al Gobernador, por lo que se va a ir produciendo paulatinamente una fuerte oposición del Cabildo hacia la Sociedad y hacia las instituciones que dependían de ella.

Durante la década del 20 convivían diferentes tipos de escuelas de primeras letras. Por n lado estaba la Casa de Corrección y Enseñanza en “donde encuentra ocupación el ocio, origen fecundo de los vicios y el delincuente al paso que modera sus costumbres con la aplicación al trabajo y también la inestimable ventaja de hacerse útil a la sociedad. Estaban también escuelas confesionales como la de los padres Dominicos o la de San Agustín. También había iniciativas particulares como la escuela de niñas a cargo de Mariquita Plaza.

Es importante destacar como la mujer comenzaba a ser escolarizada ya de una manera más presente. La Sociedad de Lancaster había instituido un premio al talento y la aplicación en el ámbito escolar. En 1823 propuso premiar a Rita Pintos y Ortiz “por su hábil aplicación y gusto al dibujo”. Luego de evaluar su producción artística se la premió con una medalla y una caja de pinturas.

El 15 de mayo de 1826, el gobernador Corvalán reglamentó el establecimiento de las escuelas de primeras letras. De acuerdo al artículo 1, se prohibió establecer escuelas de primeras letras sin el consentimiento y aprobación del gobierno, ya que algunos particulares, por su propio impulso abrían escuelas sin ningún tipo de control. Esta indicación incluía a todos los establecimientos de beneficencia que se creaban por disposiciones testamentarias. Por otra parte los maestros o preceptores de acuerdo a la denominación de la época, no podían ejercer si no contaban con el título avalado por la Sociedad de Enseñanza Mutua.

En 1938, documentación existente en el Archivo Histórico de Mendoza da cuenta de la existencia de una Comisión de Beneficencia para la protección de la juventud. Estaba presidida por Celedonio Roig. Dependían de ella dos escuelas, una ubicada en la Ciudad y otra en San Vicente, actual departamento de Godoy Cruz.

Hacia 1847, por la documentación existente puede conocerse el programa de estudios para las escuelas de primeras letras. Las materias que se dictaban eran las siguientes:

·        Doctrina Cristiana

·        Ontología (por el silabario adoptada en las Escuelas Pías con el sitio de San Ildefonso en la Península Española)

·        Caligrafía (por la forma de bastardilla española en conformidad con el Exmo. Gobierno de Buenos Aires de su decreto del 19 de junio de 1835 para las escuelas de su provincia y en su defecto la letra inglesa mixta)

·        Gramática Castellana

·        Aritmética (por Lacroix o Vallejos)

·        Urbanidad

·        Geografía (por el curso elemental del ciudadano Tomás Godoy Cruz)

 

Como decíamos al comienzo, los avatares políticos se reflejaban claramente en la actividad educativa. Así el 18 de enero de 1850 la Comisión Protectora de Educación autorizaba a doña Serafina Viera para abrir una escuela con la obligación de que en ella se inculcara a las alumnas los principios de adhesión a la libertad del país y a la causa nacional de la federación, en que se “ha constituido la República, como virtud a la que deben resplandecer las hijas de una nación independiente”.